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El director español Julio Medem, reconocido por su distintivo estilo visual y poético, ha sido una figura clave del cine español actual desde los años noventa. Películas como Vacas y La ardilla roja lo consolidaron como un cineasta innovador, abordando las complejidades humanas mediante paisajes y simbolismos todos inmersos en una narrativa poética. No obstante, con el tiempo, su estilo ha comenzado a mostrar signos de desgaste. Esto se ha hecho evidente en su más reciente cinta, 8, la cual intenta investigar la historia reciente de España desde un ángulo político y social, aunque acaba siendo una reflexión superficial y poco cohesionada.

8 es un trabajo que intenta contar la historia de España a través de distintas etapas cruciales: la Segunda República, la Guerra Civil, el franquismo, la transición a la democracia y la crisis económica del siglo XXI. Medem, por medio de estos momentos, intenta meditar sobre la histórica división de España, personificada en el famoso conflicto entre las dos Españas. Con esta base, se espera que la película aborde los desafíos políticos y sociales de la nación, pero el modo en que se tratan estos asuntos es limitado, impidiendo así una reflexión profunda sobre la realidad del país.

El guion de 8 está estructurado como una serie de eventos históricos que no están claramente interconectados. Aunque la película se organiza en diferentes épocas, las transiciones entre estos momentos son bruscas, lo que complica el seguimiento de la historia. En vez de ofrecer un análisis detallado de las complejas dinámicas políticas y sociales que han influido en la historia de España, el director parece enfocarse más en mostrar momentos históricos con imágenes impactantes y emotivas, que no siempre proporcionan contexto ni una reflexión crítica. En este aspecto, la obra se asemeja más a un collage de momentos importantes que a una reflexión cohesiva sobre el pasado y el presente del país.

En el aspecto estético, Medem continúa utilizando su distintivo romanticismo visual, con planos compuestos con belleza y escenas repletas de simbolismo. Sin embargo, esta estética, que en sus primeras obras se percibía como fresca e innovadora, ahora se siente repetitiva y carente de significado. La belleza de las imágenes no logra ocultar las deficiencias narrativas del filme. Aunque Medem ha sido elogiado por su habilidad para transmitir emociones por medio de la imagen, en 8 esta fuerza visual no alcanza a rescatar la superficialidad de la trama, haciendo que la experiencia se asemeje más a una sucesión de imágenes en lugar de una película sólida.

El empleo de imágenes como medio para expresar las emociones y los conflictos internos de los personajes continúa siendo una constante en el trabajo de Medem, pero en este caso parece que el director se ha dejado atrapar por la nostalgia. La película da la impresión de estar anclada en un pasado donde las imágenes hermosas y las ideas románticas bastaban para transmitir un mensaje. Sin embargo, el cine de hoy exige un enfoque más reflexivo y matizado, el cual 8 no consigue ofrecer. El guion es frágil, y las conclusiones políticas que se intentan derivar de los eventos históricos resultan ingenuas y superficiales.

El uso de la imagen como vehículo para expresar las emociones y el conflicto interno de los personajes sigue siendo una constante en la obra de Medem, pero en este caso se siente que el director ha caído en la trampa de la nostalgia. La película parece anclada en un pasado en el que las imágenes bellas y las ideas románticas eran suficientes para transmitir el mensaje. No obstante, el cine actual demanda un enfoque más reflexivo y matizado, que 8 no logra proporcionar. El guion es débil, y las conclusiones políticas que se intentan extraer de los eventos históricos resultan ingenuas y superficiales.

Medem parece estar atrapado en su propio estilo, incapaz de evolucionar y adaptarse a las nuevas demandas del cine contemporáneo. Sus primeras películas, aunque controvertidas, poseían una frescura y una originalidad que hoy en día parecen haberse diluido. El cineasta no parece haber logrado encontrar nuevas formas de abordar la política y la historia, y 8 se siente como una repetición de su propio trabajo anterior sin añadir elementos innovadores.